(Publicat al Diario Colatino de 16/09/2008)
Beatriz Castillo
Redacción Diario Co Latino
Dos cruces yacen en el patio trasero de la casa de la familia Sáenz Barrera. Una de cemento y otra de madera rústica gastada. Están adornadas con flores de plásticos color azul, a pesar de que simbolizan a tres mujeres. Alguien las colocó, para recordar a: Juana Paula Díaz y sus hijas María e Irma. Las tres fueron cruelmente asesinadas en un día fatídico para las mujeres, niños y los pocos hombres que cuidaban el cantón Guacamaya, en el oriente del país, el 22 de octubre de 1980.
Juana Paula decidió regresar a su vivienda para saber de sus animales, junto a sus dos hijas, el día que las asesinaron.
Varias noches antes, las Díaz se habían resguardado en una casa con otras 30 mujeres, luego que sus esposos salieran por los “huatales” y buscaran refugio, que los pusiera a salvo de las Fuerzas Armadas y el ataque a la guerrilla.
“Ella (Juana Paula) bien de mañanita salía a darle comida a las gallinas y regresaba. Pero el día que las mataron, se devolvió con sus hijas después de haberlas alimentado. Escuchó que estaban agarrando sus gallinas. Yo la encontré, cuando yo iba para abajo, buscando donde irme por los huatales. Todavía me dijo que me quedara, pero por el niño, que tenía once meses me fui”, recuerda pese al tiempo, visiblemente consternada Valentina Sáenz Barrera, la masacre de la Guacamaya, y los estragos que dejó el conflicto armado, que los obligó a vivir en Honduras, por varios años.
Las Díaz, fueron asesinadas, según los sobrevivientes de la zona, por elementos del ejército que custodiaban la zona de La Guacamaya, El Mozote, Meanguera, y otros cantones en la jurisdicción de San Francisco Gotera, en el Departamento de Morazán. El mismo grupo al que se le adjudicó la masacre de El Mozote, cuando tomó el plan “Operación Rescate”, en 1981, con el fin de “limpiar” la parte norte de Morazán, por considerarla un bastión de los grupos guerrilleros.
“Yo le hilaba para hacer matates, ella me enseñó, hacía cuajadas y le veníamos a buscar”, recuerda Valentina, mientras junto a sus hijos trata de seguir cultivando la enseñanzas de elaborarlos y abastecer la zona.
Agrega que aquel día, varias mujeres, niños y hombres fueron asesinados. Masacres en las quebradas, en huatales y otros en el interior de su vivienda como los Barrera Márquez.
De la familia Barrera Márquez, murieron Andrés, Cruz Armando, Vicenta Edelmira, Noé Mauricio, Mario Edgardo hijos de Andrés Barrera Mejía. En la masacre también murió su suegra Heriberta Márquez y Maclovia Márquez, y un recién nacido.
En la exhumación se encontraron los restos, en fila, de los niños, las dos mujeres y los huesos pequeños de recién nacido, que se presume eran del hijo que estaba esperando Maclovia.
Según estima Andrés Barrera Mejía, su esposa dio a luz antes de ser asesinada, pero no pudo constatarlo, porque él, junto a los hombres, andaban en “retirada”, el día de la masacre.
“Cuando yo regresé ya los habían enterrado, no pude ver como los habían dejado. Cuando vine encontré unos pedacitos de huesitos, y un brasier con sangre, y quemado. Nosotros teníamos maíz en tusa, eso lo amontonaron con las hamacas y le dieron fuego a todo, todo lo que teníamos allí”, reciente.
Recuerda que nadie de aquel pequeño poblado esperaba que algo así se registrara,
La tropa del ejército siempre pasaba y nunca mataban a nadie.
“Allí quizá hubo un mal vecino, porque había una casa más abajo de donde nosotros vivíamos, allí habían más de 50 gentes en esa casa y no les pasó nada, nada, y nosotros quedamos pensando en eso, que tan cerca que estaba y no les había pasado nada. Después pensamos, que a ese hombre no le gustaba la organización, algo hubo por allí”, se atreve a especular Barrera.
“Yo era el encargado de reunir a la gente de allí, él nunca opinaba, a mí nunca me convencía y al final como los hermanos de él colaboraban con la organización, los terminó matando a ellos”, agrega.
Las muertes de La Guacamaya, 28 años después no han sido esclarecidas. Muchas de las víctimas no han sido exhumadas ni identificadas.
No se tiene claro quién cometió esos crímenes contra niños, mujeres y hombres.
“Creemos que fue el batallón de Gotera”, indica Barrera, quién perdió a seis de sus hijos, su esposa y su suegra.
La herida por esas pérdidas y la falta de justicia es uno de los reclamos de las familias que todavía habitan en La Guacamaya, en casas de bahareque (de lodo y varas de bambú), lámina y sin luz. Es decir, este capítulo de la historia sigue abierto.
“La justicia aquí brilla por su ausencia, al igual que en otros países, la Comisión de la Verdad, puso en tela de juicio”, critica Barrera.
Después del conflicto, la posibilidad de conocer la verdad, tuvo candado. La Ley de Amnistía se volvió un obstáculo, el cuerpo legal no avala el enjuciamiento de los hechos que se cometieron antes y durante el conflicto armado. “La Ley permitió que estos crímenes, se encubrieran. Los hechos que hubo fueron una violación a los derechos humanos”, sostiene Barrera.
Desde hace años, Barrera ha tratado de pedir justicia y contar lo que pasó a través de la música. La música que le dio vida y refugio a los “Torogoces de Morazán”.
“La música nos vino ayudar un poco, la mayoría habíamos perdido familia. La música no cura heridas, pero calma un poco. Hace olvidar por un momento las cosas”, dice.
“Cuando se cantan las canciones es algo tremendo, pero en general, la música ayudaba tanto a los compas que venían cansados de un operativo, como a nosotros, y allí se disimulaba un poco”, agrega.
Conmemoración para víctimas y la justicia
Desde el año pasado, el Alcalde y el concejo de la Alcaldía de Meanguera, en el Departamento de Morazán, propusieron la creación de un Comité de la Memoria Histórica, con el propósito de conmemorar cada 22 de octubre la masacre de la Guacamaya.
“El año pasado se creó el comité, se financió la organización de la actividad, para este año vamos a colaborar con la movilización de la gente y los grupos musicales, lo que buscamos es que la misma gente tome conciencia”, dice el secretario de la comuna de Meanguera, Wualberto Carrillo, Municipio al que pertenece, por jurisdicción, el cantón La Gua- camaya.
Según indica la comuna, tiene previsto elaborar una memoria donde se puedan focalizar los puntos donde ocurrieron las masacres.
“Hay más in- volucramiento de la gente, eso es el objetivo, que la misma gente tenga conciencia, porque nosotros creemos que para que exista desarrollo en una sociedad es indispensable que exista justicia. La justicia no se trata de venganza, si no que al menos los responsables de esto pidan perdón”, agregó Carrillo.
Según el calendario de las actividades de conmemoración se realizará el día 18, con una misa en memoria de las víctimas.
Gladys Maricela Sáenz, del Comité de la Memoria Histórica, adelantó que después de la misa se tiene previsto una caminata a los lugares “históricos” donde se ejecutaron masacres, en la cueva de la “Radio Venceremos” y el punto rojo.
Después, en el centro escolar La Guacamaya, se escucharán algunos testimonios de los sobrevivientes y familiares de las víctimas.